Ha pasado más de medio siglo. ¡ Cuánto ha ocurrido en el pueblo y en España!. En Monteagudo no había coches, ni aparatos de radio, ni mucho menos televisión. Las calles eran de tierra y cuando llovía o nevaba, era difícil caminar por ellas.
Entonces yo era un niño de pantalón corto, cuando pasé a la clase de D. Honorio que era maestro de Monteagudo. Las escuelas estaban al lado de la carretera y eran un viejo edificio de paredes de piedra en el que los chicos y las chicas estábamos separados.El maestro enseñaba a los chicos y la maestra a las chicas.
En aquellos años, no había “bolis”, mucho menos rotuladores o pinturas de cera. Unas pesadas mesas con un tintero en las que nos sentábamos dos niños, un pequeño cuaderno para todo, una pizarra que tenía cada uno para dibujar y sobre todo hacercuentas y una enciclopedia para los que sabían leer algo, sin dibujos en la que se decíancosas de los Reyes Católicos, hasta resolver problemas de “regla de tres”.
Con Don Honorio íbamos muchos chicos y de edades diferentes, desde los ocho o nueve años hasta que dejaban la escuela a los trece o catorce. Recuerdo que siempre estaba hablando Don Honorio, que a los niños los tenía en grupos y siempre caminando de uno al otro. Nos enseñaba a resolver problemas, a hacer cuentas, a leer y a escribir y a veces nos hablaba de la historia de España y sobre de la Biblia y la Historia Sagrada. En las tardes de los sábados, que entonces no eran festivas, se leía el Evangelio del domingo siguiente y Don Honorio nos narraba y hacía soñar con las hazañas de David con Goliat o las de Sansón con los filisteos y con ejércitos en los calcinados desiertos de Palestina.
Don Honorio era menudo, alto, bastante mayor y siempre embutido en una bata gris. Vivía en la calle Mayor, con su mujer y una hija que a su vez tenía cuatro hijos que venían con nosotros a la escuela y que eran sus nietos.
Muchos de vuestros abuelos no tuvieron otro maestro que él y les enseñó gran parte de lo que saben. Por esta razón y sobre todo por su dedicación y entrega a los niños de Monteagudo y a su ensenñanza cuando se hizo el nuevo colegio se le puso el nombre de “Honorio Galilea”.
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